17 octubre, 2008

Bestiario fantástico

Zoo

Esta zoografía podría sorprenderte, maravillar el niño que pervive en ti, apelando a tu capacidad de asombro. Esfinges, grifos, centauros, dragones, son seres que existen en lo más profundo de una mitología del espanto de la creación de los genios de todos los tiempos y lugares. La literatura frecuenta el género de la zoología fantástica, y compone seres montruosos cuya desconcertante presencia, a veces tierna, te asaltará en las siguientes líneas. Bienvenido al zoo de Imaginería.
Stanislas Valois Aragon


Preocupaciones de un jefe de familia
Algunos dicen que la palabra Odradek es de origen eslovaco, y en base a esto tratan de explicar su etimología. Otros, en cambio, creen que es de origen alemán y sólo presenta influencia eslovaca. La imprecisión de ambas interpretaciones permite suponer, sin equivocarse, que ninguna de las dos es verdadera, sobre todo porque ninguna de las dos nos revela que esta palabra tenga algún sentido. Naturalmente, nadie se ocuparía de estos estudios si no existiera en realidad un ser que se llama Odradek. A primera vista se asemejea a un carretel de hilo, chato y en forma de estrella y, en efecto, también parece que tuviera hilos arrollados; por supuesto, sólo son trozos de hilo viejos y rotos, de diversos tipos y colores, no sólo anudados, sino también enredados entre sí. Pero no es solamente un carretel,porque en medio de la estrella emerge un trvesañito, y sobre éste, en ángulo recto, se inserta otro. Con ayuda de esta última barrita de un lado, y de uno de los rayos de la estrella del otro, el conjunto puede erguirse como sobre dos patas. Uno se siente inducido a creer que esta criatura tuvo en otro tiempo alguna especie de forma inteligible, y ahora está rota. Pero esto no parece comprobado; por lo menos,no hay nada que lo demuestre; no se ve ningún agregado o superficie de rotura que corrobore esta suposición; es un conjunto bastante insensato, pero dentro de su estilo, bien definido. De todos modos no es posible un estudio más detallado, porque Odradek es extraordinariamente ágil, y no se puede apresarlo. Se esconde alternativamente en le buhardilla, en la caja de la escalera, en los corredores,en el vestíbulo. A veces no se lo ve durante meses; seguramente se ha mudado a otra casa; pero siempre vuelve, fielmente, a la nuestra. A menudo, cuando uno sale por la puerta y lo encuentra apoyado justamente debajo de uno en la escalera, siente deseos de hablarle.Naturalmente, uno no le hace una pregunta difícil; más bien lo trata -su tamaño diminuto es tal vez el motivo- como a un niño.-Bueno, ¿cómo te llamas?-Odradek.- ¿Y dónde vives? -Domicilio desconocido- dice, y ríe; claro que es la risa de alguien que no tiene pulmones. Suena más o menos como el susurro de las hojas caídas. Y así termina generalmente la conversación. Por otra parte, no siempre responde; a menudo se queda mucho tiempo callado, como la madera de que parece estar hecho. Ociosamente, me pregunto qué será de él. ¿Puede ocurrir que se muera? Todo lo que se muere tiene que haber tenido alguna especie de inteción, alguna especie de actividad que lo haya gastado; pero esto no puede decirse de Odradek. ¡Será posible entonces que siga rodando por las escaleras y arrastrando pedazos de hilo ante los pies de mis hijos y de los hijos de mis hijos? Evidentemente, no hace mal a nadie; pero la suposición de que pueda sobrevivir me resulta casi dolorosa.

Franz Kafka, La condena, Emecé Editores, S. A., Buenos, 1952.



Ovillado a mis pies
Este perro negro y solo
en su noche ulula y me ladra su conversación.
Ovillado negro a mis pies
me conoce sin cómputos ni estadísticas
no piensa nada sobre mí
no me juzga lujurioso por ejemplo
ni me sospecha mezquino triste o solo y se me echa a los pies.
Este negro perro solamente me recuerda al verme
con su efusivo rabo saludante
y me lame generosamente
con la misma lengua de lamerse los gonococos.
Cuando voy de noche al patio
orinando contra las matas me adivina en la penumbra
sin palabras en su testa horizontal
solo sin hablarse
fluyendo a su propio paso hacia una muerte ignorada, inexistente.
Este perro negro que vigila
me olisqueasin destrozarme con su fiera de dentro
y asumiendo que no represento riesgos
me deja pasar
me absuelve
me invita a la amistad.
Leo Castillo, De la acera y sus aceros, Barranquilla, Colombia, 2007.

De las regiones del norte
Este animal abunda en las regiones del norte y tiene cuatro o cinco pulgadas de largo; está dotado de un instinto curioso: los ojos son como cornalinas y el pelo es negro azabache, sedoso y flexible, suave como una almohada. Es muy aficionado a la tinta china, y cuando las personas escriben, se sienta con una mano sobre la otra y las piernas cruzadas esperando que hayan concluido y se bebe el sobrante de la tinta. Después vuelve a sentarse en cuclillas, y se queda tranquilo.
Wang Ta-hai, China, 1791.

The Tiger
Tiger, tiger, burning bright!
In the forests of the night,
What immortal hand or eye
Could frame thy fearful symmetry?
In what distant deeps or skies
Burnt the fire of thine eyes?
On what wings dare he aspire?
What the hand dare seize the fire?
And what shoulder and what art
Could twist the sinews of thy heart?
And when thy heart began to beat,
What dread hand and what dread feet?
What the hammer? what the chain?
In what furnace was thy brain?
What the anvil?
What dread grasp
Dare its deadly terrors clasp?
When the stars threw down their spears
And water'd heaven with their tears,
Did He smile His work to see?
Did He who made the lamb make thee?
Tiger, tiger, burning bright
In the forests of the night,
What immortal hand or eye?
Dare frame thy fearful symmetry?
William Blake

Tigre
¡Tigre! ¡Tigre! llamarada resplandeciente
en los bosques de la noche
¿Qué ojo o mano inmortal
pudo idear tu terrible simetría?
¿En qué abismos o cielos lejanos
ardió el fuego de tus ojos?
¿con qué alas osó elevarse?
¿Y qué mano osó ese fuego sujetar?
¿qué hombro, qué arteforjó las fibras de tu corazón?
Y al comenzar tu corazón a latir,
¿qué mano terrible o pie terrible?
¿qué martillo? ¿qué cadena?
¿en cuál horno tu cerebro?¿Qué yunque?
¿qué puño terribleosó ceñir su terror letal?
Cuando los astros arrojaron sus lanzas
y humedecieron sus lágrimas el cielo,
¿sonrió al contemplar su obra?
¿Aquel que creó al Cordero, te creó a ti
Tigre! ¡Tigre! llamarada resplandeciente
en los bosques de la noche,
¿qué ojo o mano inmortal
pudo idear tu terrible simetría?
Traducción Stanislas Valois Aragon

Vídeo Blake



Diálogo entre Babieca y Rocinante

Soneto

B. ¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?
R. Porque nunca se come, y se trabaja.
B. Pues ¿qué es de la cebada y de la pa?
R. No me deja mi amo ni un bocado.

B. Andá, señor, que estáis muy mal criado,
pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
R. Asno se es de la cuna a la mortaja,
¿Queréislo ver? Miraldo enamorado.

B. ¿Es necedad amar? R. No es gran prudencia.
B. Metafísico estáis. R. Es que no como.
B.Quejaos del escudero. R. No es bastante.

¿Cómo me he de quejar en mi dolencia
si el amo y escudero o mayordomo
son tan rocines como "Rocinante"?

Cervantes, Don Quijote de la Mancha,
Alba Libros, S.L., Madrid, 1996.

El hipopótamo

El Hipopótamo

Jubilado por la naturaleza y a falta de pantano a su medida, el hipopótamo se sumerge en el hastío. Potentado biológico, ya no tiene qué hacer junto al pájaro, la flor y la gacela. Se aburre enormemente y se queda dormido a la orilla de su charco, como un borracho junto a la copa vacía, envuelto en su capote colosal. Buey neumático, sueña que pace otra vez las praderas sumergidas en el remanso, o que sus toneladas flotan plácidas entre nenúfares. De vez en cuando se remueve y resopla, pero vuelve a caer en la catatonia de su estupor. Y si bosteza, las mandíbulas disformes añoran y devoran largas etapas de tiempo abolido. ¿Qué hacer con el hipopótamo, si ya sólo sirve como draga y aplanadora de los terrenos palustres, o como pisapapeles de la historia? Con esa masa de arcilla original dan ganas de modelar una nube de pájaros, un ejército de ratones que la distribuyan por el bosque, o dos o tres bestias medianas, domésticas y aceptables. Pero no. El hipopótamo es como es y así se reproduce: junto a la ternura hipnótica de la hembra reposa el bebé sonrosado y monstruoso. Finalmente, ya sólo nos queda hablar de la cola del hipopótamo, el detalle amable y casi risueño que se ofrece como único asidero posible. Del rabo corto, grueso y aplanado que cuelga como una aldaba, como el badajo de la gran campana material. Y que está historiado con finas crines laterales, borla suntuaria entre el doble cortinaje de las ancas redondas y majestuosas.


El Búho

Antes de devorarlas, el búho digiere mentalmente a sus presas. Nunca se hace cargo de una rata entera si no se ha formado un previo concepto de cada una de sus partes. La actualidad del manjar que palpita en sus garras va haciéndose pasado en la conciencia y preludia la operación analítica de un lento devenir intestinal. Estamos ante un caso de profunda asimilación reflexiva. Con la aguda penetración de sus garfios el búho aprehende directamente el objeto y desarrolla su peculiar teoría del conocimiento. La cosa en sí (roedor, reptil o volátil) se le entrega no sabemos cómo. Tal vez mediante el zarpazo invisible de una intuición momentánea; tal vez gracias a una lógica espera, ya que siempre nos imaginamos el búho como un sujeto inmóvil, introvertido y poco dado a las efusiones cinegéticas de persecusión y captura. ¿Quién puede asegurar que para las criaturas idóneas no hay laberintos de sombra, silogismos oscuros que van a dar en la nada tras la breve cláusula del pico? Comprender al búho equivale a aceptar esta premisa. Armonioso capitel de plumas labradas que apoya una metáfora griega; siniestro reloj de sombra que marca en el espíritu una hora de brujería medieval: esta es la imagen bifronte del ave que emprende el vuelo al atardecer y que es la mejor viñeta para los libros de filosofía occidental.

Juan José Arreola, Confabulario personal, Narradores de Hoy, Bruguera.

07 octubre, 2008

Herejes

Herejía

El 21 de mayo de 1559 fueron quemadas públicamente catorce personas en la plaza Mayor de Valladolid a manos del tribunal de la Santa Inquisición, junto con los huesos, incluso estatuas, de algunas otras. El 8 de octubre, en este mismo escenario y año, se incineraba a trece personas más y los huesos otra. En ambos eventos fueron penitenciadas dieciséis hasta conseguir su reconciliación con el credo ortodoxo. Desde entonces se sucedieron en todos los países del ámbito de la cristiandad, así en el Viejo Continente como en América estos espectáculos barrocos que pretendían, mediante el terror y la intimidación, reprimir la libre opinión acerca del dogma. En el último episodio célebre de esta saga (Valencia,1826), Cayetano Ripoll sería condenado a la horca, para luego ser quemado. Pero corrían otros tiempos, la humanidad daba ya muestras de estar evolucionando en sus métodos, así que el cadáver sólo fue colocado en un cubo con llamas apenas pintadas, salvándose así de ser incinerado.

Para merecer este tipo de homenajes que la intolerancia tradicional rinde a ciertos espíritus rebeldes, es preciso en ocasiones llamarse Sócrates, Arrio o Bruno. La lista de estos dolorosos consagrados por la memoria histórica es interminable, si bien la de los ajusticiados sin recuerdo hasta hoy día no lo es menos: no todos contribuyeron a la historia de la filosofía, fundaron escuelas ni tradujeron la Vulgata. Pero un honor sí que no les podrá ser arrebatado a ninguno de ellos: el de haberse hecho matar por sus ideas. Se los suele llamar herejes. A ellos está dedicada esta primera entrega de Imaginería. Hagamos un raudo paneo.

El año 1337 el papa Gregorio XI decidió que John Wickliffe era el Anticristo, conque fue expulsado de la corte y de su cátedra en Oxford. Para adjudicarse semejante exaltación Wickliffe por su Santidad, Wickliffe osó negar "la conversión maravillosa y singular de toda la sustancia del pan en el cuerpo de Cristo y de toda la sustancia del vino en su sangre" gracias a una operación del Espíritu Santo, permaneciendo sólo la especie (sabor, color, cantidad, olor, etc.) del pan y del vino, truco conocido sacramente como transubstaciación. Si bien la Iglesia se apoya en Marcos (14:12-16;16:22-26); Mateo (26:26-28) y Lucas (22:14-20), otros cristianos se mostraron por su parte -pero sin consecuencias para su pellejo- suspicaces respecto de este portento; así, Lutero y Calvino, protestantes -léase herejes desde la óptica de la iglesia de Roma-. De hecho a los judíos les está vedado beber vino transubstanciado, quiero decir, sangre, de Cristo o tuya, prevenido lector, bien que no se abstengan de derramar generosamente la del prójimo.

Pero Calvino hizo otros méritos para ser recordado en este combustible opúsculo, si bien no justamente por propugnar la justificación del hombre no por sus obras, sino por medio de la gracia y mediante la fe... Pues resulta que herejes de antaño son inquisidores hogaño, como veremos en seguida:
Sébastien Châteillon (Castellión) se codeó con los humanistas de sus días en el Colegio de la Trinidad en 1535, en Lyon, adonde había ingresado. Leyó Las instituciones cristianas de nuestro Juan Calvino, para adherir pronto a las ideas de la Reforma protestante y, contagiado de la nueva fiebre inoculada por la prosa del cristiano orador, se unió a don Calvino en 1540; lo acompañó en los célebres incidentes de Ginebra, y se acreditó como director del College de Rive. Hasta aquí hacen buenas migas los clérigos...

Sin embargo Castellión incurrió en una impresentable boutade al afirmar que Jesucristo, después de su muerte, descendió literalmente a los infiernos. Y ahí fue Troya, pues Calvino no consiguió encontrarle el chiste al aserto de su cofrade, que tenía este lance del Cristo por una alegoría alusiva a la angustia. Por si fuera poco, aseguró que el Cantar de Cantares es un poema erótico. ¡Habráse visto! Calvino no lo pensó dos veces y acusó a su eminente y tan bien colocado compañero de denigrar la imagen del clero. De resultas al pobre Castellión, pecador de él, lo encontramos atrapando listones de madera arrastrados por las inundaciones del río para poderse ganar el pan suyo de cada día.

Stanislas Valois Aragón, Octubre 1 de 2008

03 octubre, 2008

Rubaiyat

131
¡Oh Tú que hiciste al hombre de deleznable barro
y en el Edén pusiste la serpiente! Por negro
de pecados que veas al ser que Tú creaste,
perdónale y procura que él también te perdone.
200
Voy a abrir mi pecho. Mi regla de conducta
es hacer cuanto quiero, a despecho de toda
moral o conveniencia. En nada, en nadie crees.
No amo a nadie y tampoco tengo fe ni esperanza.
30
Mil dogmáticos fatuos predican lo distinto
que es el cuerpo del alma, el cielo del infierno.
Yo predico otra cosa: el vino desvanece temores
y nos da la quietud anhelada.

Omar Kheyyam, Rubaiyat, Edición de José Gibert,
Plaza&Janés, 1969.

01 octubre, 2008

El baile de los ahorcados


En la horca negra bailan, amable manco,
bailan los paladines,
los descarnados danzarines del diablo;
danzan que danzan sin fin
los esqueletos de Saladín.

¡Monseñor Belzebú tira de la corbata
de sus títeres negros, que al cielo gesticulan
y, al darles en la frente un buen zapatillazo
les obliga a bailar ritmos de Villancico!

Sorprendidos, los títeres, juntan sus brazos gráciles:
como un órgano negro, los pechos horadados,
que antaño damiselas gentiles abrazaban,
se rozan y entrechocan, en espantoso amor.

¡Hurra!, alegres danzantes que perdisteis la panza ,
trenzad vuestras cabriolas pues el tablao es amplio,
¡Que no sepan, por Dios, si es danza o es batalla!
¡Furioso, Belzebú rasga sus violines!

¡Rudos talones; nunca su sandalia se gasta!
Todos se han despojado de su sayo de piel:
lo que queda no asusta y se ve sin escándalo.
En sus cráneos, la nieve ha puesto un blanco gorro.

El cuervo es la cimera de estas cabezas rotas;
cuelga un jirón de carne de su flaca barbilla:
parecen, cuando giran en sombrías refriegas,
rígidos paladines, con bardas de cartón.

¡Hurra!, ¡que el cierzo azuza en el vals de los huesos!
¡y la horca negra muge cual órgano de hierro!
y responden los lobos desde bosques morados:
rojo, en el horizonte, el cielo es un infierno…

¡Zarandéame a estos fúnebres capitanes
que desgranan, ladinos, con largos dedos rotos,
un rosario de amor por sus pálidas vértebras:
¡difuntos, que no estamos aquí en un monasterio!

Y de pronto, en el centro de esta danza macabra
brinca hacia el cielo rojo, loco, un gran esqueleto,
llevado por el ímpetu, cual corcel se encabrita
y, al sentir en el cuello la cuerda tiesa aún,

crispa sus cortos dedos contra un fémur que cruje
con gritos que recuerdan atroces carcajadas,
y, como un saltimbanqui se agita en su caseta,
vuelve a iniciar su baile al son de la osamenta.

En la horca negra bailan, amable manco,
bailan los paladines,los descarnados danzarines del diablo;
danzan que danzan sin fin los esqueletos de Saladín.

Jean Arthur Rimbaud

La vida es bella

(Canción de cuna para arrullar a Eva Durán)

No poder defecar sin acceso a un cuchitril, torturado por la amebiasis.
No poder echar el miserable cuerpo a descansar de todo y a la conciencia, de todos, de mí.
Martirizado por la amargura ante la impotencia de aliviar el hambre puntual como mi propia sombra.
Fustigado por la vigilia en indigencia perfecta.
El llanto y los escalofríos del dolor de ser(Leónidas Castillo).

El temor y el temblor maldiciendo a Dios, a la puta que me malparió y a la vida.
El encono, la irritación contra el mundo, odiando a los hombres desde la planta de mis pies hasta la más remota de las estrellas.
La compulsión de adelantar el suicidio.
Sentirse nadie célula por célula.
La vastedad profunda de ser un perro solo y maldito en el vacío del cosmos y del corazón.

Leo Castillo, Colombia



Libro de las maravillas

El Libro de las maravillas

Con cierta frecuencia no menos embustero que un niño o novelista, micer Marco Polo, tan imaginativo como el Dante, preso en la cárcel de Génova "y no gustándole permanecer ocioso", dictó a un amanuense, Rustichello de Pisa, compañero suyo de prisión y tan aficionado como Alonso Quijano a los libros de caballería, el año de 1298 unas cuatrocientas cincuenta páginas en que daría cuenta "del viaje más maravilloso jamás contado". Había nacido en 1254 y embarcado con su padre Niccolo y su tio Maffeo en Venecia, su patria, a la sazón suprema potencia económica y militar de occidente, amén de "instigadora de la gran piratería de ese siglo que fue la cuarta Cruzada", el año 1271.
Salvo lo que podamos entre sacar de la relación dicha, contada por demás en calidad de testigo, exenta de alusiones personales, casi nada más sabemos del viajero, bien que no es extraño hallar su nombre en las crónicas chinas de la época; pero la investigacón poliana actualmente surte la referencia a más de quince Polo distintos, al punto que su nombre sigue figurando con distintos cargos como, entre otros, presidente del Consejo de Guerra, presidente del departamento de agricultura, virrey de una de las doce provincias chinas todavía después de su regreso a Venecia. Se sabe, sí, que en 1307 ofreció una copia de su libro a un agente de Carlos de Valois, hermano del rey de Francia, y que, acabado el viaje y establecido en Venecia, casó con una tal Donata, de quien tuvo tres hijas, a saber, Bellela, Marietta y Fantina.
En cuanto al panorama cultural, La Chanson de Roland, el Cantar de Mío Cid y los picantísimos fabliaux se habían consagrado como monumentos de las llamadas lenguas romances, con que se estaba abandonando al latín como lengua escrita. Así, Le divisament du monde (este Libro de de las maravillas) fue escrito en occitano. La Edad Media ya da sus frutos resurgiendo Europa con renovados bríos entre las ruinas del imperio romano, con acentos característicos, novedades formales y de contenidos, otras preocupaciones. En España, se entronizan la lengua de Castilla como el idioma español, el toscano como italiano en la patria de Ariosto, la lengua de oil como francés.
Y con esto dejamos, lector, en tus manos esta muestra de uno de los más célebres monumentos de la cultura universal, herencia de la alta Edad Media, revelación a una Europa estupefacta de la riqueza y complejidad de Asia y Lejano Oriente; extrañamiento, maravilla o bien horror de sociedades que aún hoy resultan tan exóticas o terribles como estancias asimilables al otro mundo, ese de la Comedia del Dante.

Stanislas Valois Aragon
Rica a Usbek

Todas las religiones se encuentran muy apuradas cuando tienen que dar idea de los deleites destinados a los que han vivido bien. Fácil cosa es atemorizar a los malos, amenazándolos con una dilatada serie de castigos; mas no saben qué han de prometer a los hombres virtuosos. La naturaleza de les gustos parece que exige que sean de poca duración, y apenas puede la imaginación figurarase otros. Descripciones he visto yo del paraíso,que eran capaces de hacer que todo sujeto de sana razón renunciara a él: unos dicen que las sombras bienaventuradas tocan la flauta sin cesar; otros las condenan al suplicio de estarse eternamente paseando; por fin,otros quieren que piensen en el otro mundo en las queridas que tuvieron en éste, creyendo que no eran bastantes cien millones de años para que se les quitara la manía de los amorosos cuidados.

(...) Una mujer que acababa de perder a su marido vino a pedir con toda ceremonia al gobernador de la ciudad que le diera licencia para quemarse; pero como los mahometanos abrogan cuanto pueden este inhumano estilo en los países sujetos a su dominio, se la negó redondamente. Viendo la viuda que eran inútiles sus ruegos, se encendió en una rabiosa cólera, y empezó a dar gritos diciendo: "¡Vean qué tiranía! ¡No dejar a una pobre mujer siquiera que se queme cuando se le antoje! ¿Hase visto cosa semejante? Pues muy bien se quemaron mi madre, mi tía y mis hermanas. Y porque yo vengo a pedir su venia para quemarme a este maldito gobernador, se enfada, y da gritos como un loco".

Hallábase allí por casualidad un bonzo joven. "Infiel -le dijo el gobernador-, ¿eres tú quien ha metido este disparate a esta mujer en los cascos?" "No, por cierto -respondió el bonzo- nunca le he hablado de tal cosa; pero si quiere creerme consumará el sacrificio, y hará una obra grata al dios Brahma, que le dará la merecida recompensa, poniéndola en el otro mundo junto a su marido, donde volverá a empezar segundo y perdurable matrimonio." "¿Qué decís? -replicó pasmada la mujer-. ¡Conque he de ver otra vez a mi marido! Pues si eso es, no me quemo. Si era un hombre celoso, gruñón, y con eso tan viejo, que a menos que haya hecho el dios Brahma algún milagro con él, para nada me necesitaba. ¡Quemarme yo por él! Ni siquiera una niña, aunque fuera a sacarle de lo profundo de los infiernos. Bien cuidado tenían los bonzos viejos que me tenían engañada, y que sabían lo mal que nos llevábamos él y yo, de no decirme lo que había. Si no tiene otro regalo que hacerme el dios Brahma, doy una higa de su bienaventuranza. Mahometana me hago, señor gobernador."

De París, a 2 de la luna de Chalval
Montesquieu, Cartas persas
Biblioteca de Política, Economía y Sociología, Ediciones Orbis, Barcelona, 1985

La Creación y P.H Gosse


The man without a Navel yet lives in me (El hombre sin Ombligo pervive en mí), curiosamente escribe sir Thomas Brown (Religio medici, 1642) para significar que fue concebido en pecado, por descender de Adán. En el primer capítulo del Ulises, Joyce evoca asimismo el vientre inmaculado y tirante de la mujer sin madre: Heva, naked Eve. She had no navel. El tema(ya lo sé) corre el albur de parecer grotesco y baladí, pero el zoólogo Philip Henry Gosse lo ha vinculado al problema central de la metafísica: el problema del tiempo. Esa vinculación es de 1857; ochenta años de olvido equivalen tal vez a la novedad.
Dos lugares de la Escritura (Romanos, V;I Corintios, XV) contraponen el primer hombre Adán en el que mueren todos los hombres, al postrer Adán, que es Jesús.(1) Esa contraposición, para no ser una mera blasfemia, presupone cierta enigmática paridad, que se traduce en mitos y en simetría. La Áurea leyenda dice que la madera de la Cruz procede de aquel Árbol prohibido que está en el Paraíso; los teólogos, que Adán fue creado por el Padre y el Hijo a la precisa edad en que murió el Hijo: a los treinta y tres años. Esta insensata precisión tiene que haber influido en la cosmogonía de Gosse. Éste la divulgó en el libro Omphalos (Londres, 1857), cuyo subtítulo es Tentativa de desatar el nudo geológico. En vano he interrogado las bibliotecas en busca de ese libro; para redactar esta nota, me serviré de los resúmenes de Edmund Gosse (Father and Son,1907),y de H.G Wells (All aboard for Ararat,1940). Introduce ilustraciones que no figuran en esas breves páginas, pero que juzgo compatibles con el pensamiento de Gosse.
En aquel capítulo de su Lógica que trata de la ley de causalidad, John Stuart Mill razona que el estado del universo en cualquier instante es una consecuencia de su estado en el instante previo y que a una inteligencia infinita le bastaría el conocimiento perfecto de un solo instante para saber la historia del universo, pasada y venidera. (También razona -¡Oh Louis Auguste Blanqui, oh Nietzshe, oh Pitágoras!- que la repetición de cualquier estado comportaría la repetición de todos los otros y haría de la historia universal una historia cíclica.) En esa moderada versión de cierta fantasía de Laplace -éste había imaginado que el estado presente del universo es, en teoría, reductible a una fórmula, de la que Alguien podría deducir todo el porvenir y todo el pasado-, Mill no excluye la posibilidad de una futura intervención exterior que rompa la serie. Afirma que el estado q fatalmente producirá el estado r; el estado r el s; el estado s el t; pero admite que antes de t, una catástrofe divina -la consummatio mundi,digamos- puede haber aniquilado el planeta. El porvenir es inevitable, precisó, pero puede no acontecer. Dios acecha en los intervalos.
En 1857, una discordia preocupaba a los hombres. El Génesis atribuía seis días-seis días hebreos inequívocos, de ocaso a ocaso -a la creación divina del mundo; los paleontólogos impiadosamente exigían enormes acumulaciones de tiempo. En vano repetía De Quincey que la Escritura tiene la obligación de no instruir a los hombres en ciencia alguna, ya que las ciencias constituyen un vasto mecanismo para desarrollar y ejercitar el intelecto humano... ¿Cómo conciliar a Dios con los fósiles, a sir Charles Lyell con Moisés? Gosse, fortalecido por la plegaria, propuso una respuesta asombrosa.
Mill imagina un tiempo causal, infinito, que puede ser interrumpido por un acto futuro de Dios; Gosse, un tiempo rigurosamente causal, infinito, que ha sido interrumpido por un acto pretérito: la Creación. El estado n producirá fatalmente el estado v, pero antes de v puede ocurrir el Juicio Universal; el estado n presupone el estado c, pero c no ha ocurrido, porque el mundo fue creado en f o en b. El primer instante del tiempo coincide con el instante de la Creación, como dicta san Agustín, pero ese primer instante comporta no sólo un infinito porvenir sino un infinito pasado. Un pasado hipotético, claro está, pero minucioso y fatal. Surge Adán y sus dientes y su esqueleto cuentan treinta y tres años; surge Adán (escribe Edmund Gosse) y ostenta un ombligo,aunque ningún cordón umbilical lo ha atado a una madre. El principio de razón exige que no haya un sólo efecto sin causa; esas causas requieren otras causas, que regresivamente se multiplican; (2) de todas hay vestigios concretos, pero sólo han existido realmente las que son posteriores a la Creación. Perduran esqueletos de gliptodonte en la cañada de Luján, pero no hubo jamás gliptodontes. Tal es la tesis ingeniosa (y ante todo increíble) que Philip Henry Gosse propuso a la religión y a la ciencia.
Ambas la rechazaron. Los periodistas la redujeron a la doctrina de que Dios había escondido fósiles bajo tierra para probar la fe de los geólogos; Charles Kingsley desmintió que el Señor hubiera grabado en las rocas "una superflua y vasta mentira". En vano expuso Gosse la base metafísica de la tesis: lo inconcebible de un instante de tiempo sin otro instante precedente y otro ulterior,y así hasta lo infinito. No sé si conoció la antigua sentencia que figura en las páginas iniciales de la antología talmúdica de Rafael Cansinos Assens: "No era sino la primera noche, pero una serie de siglos la había precedido".
Dos virtudes quiero reivindicar para la olvidada tesis de Gosse. La primera: su elegancia un poco monstruosa. La segunda: su involuntaria reducción al absurdo de una creatio ex nihilo, su demostración indirecta de que el universo es eterno, como pensaron el Vedanta y Heráclito, Spinoza y los atomistas... Bertrand Russell la ha actualizado. En el capítulo IX del libro The Analysis of Mind (Londres, 1921) supone que el planeta ha sido creado hace pocos minutos, provisto de una humanidad que "recuerda" un pasado ilusorio.


NOTAS:
1. En la poesía devota, esa conjunción es común. Quizá el ejemplo más intenso esté en la penúltima estrofa del "Hymn to God, my God, in my Sickness"(March 23,1630), que compuso John Donne:
We think that Paradise and Calvary,
Christ's Cross, and Adam's tree, stood in one place,
Look Lord, and find both Adams met in me;
As the first Adam's sweat surrounds my face,
May the last Adam's blood my soul embrace.
2. Cf. Spencer: Facts and Comments, 1902,págs.148-151.

Jorge Luis Borges, Otras inquisiciones, 1952