07 octubre, 2008

Herejes

Herejía

El 21 de mayo de 1559 fueron quemadas públicamente catorce personas en la plaza Mayor de Valladolid a manos del tribunal de la Santa Inquisición, junto con los huesos, incluso estatuas, de algunas otras. El 8 de octubre, en este mismo escenario y año, se incineraba a trece personas más y los huesos otra. En ambos eventos fueron penitenciadas dieciséis hasta conseguir su reconciliación con el credo ortodoxo. Desde entonces se sucedieron en todos los países del ámbito de la cristiandad, así en el Viejo Continente como en América estos espectáculos barrocos que pretendían, mediante el terror y la intimidación, reprimir la libre opinión acerca del dogma. En el último episodio célebre de esta saga (Valencia,1826), Cayetano Ripoll sería condenado a la horca, para luego ser quemado. Pero corrían otros tiempos, la humanidad daba ya muestras de estar evolucionando en sus métodos, así que el cadáver sólo fue colocado en un cubo con llamas apenas pintadas, salvándose así de ser incinerado.

Para merecer este tipo de homenajes que la intolerancia tradicional rinde a ciertos espíritus rebeldes, es preciso en ocasiones llamarse Sócrates, Arrio o Bruno. La lista de estos dolorosos consagrados por la memoria histórica es interminable, si bien la de los ajusticiados sin recuerdo hasta hoy día no lo es menos: no todos contribuyeron a la historia de la filosofía, fundaron escuelas ni tradujeron la Vulgata. Pero un honor sí que no les podrá ser arrebatado a ninguno de ellos: el de haberse hecho matar por sus ideas. Se los suele llamar herejes. A ellos está dedicada esta primera entrega de Imaginería. Hagamos un raudo paneo.

El año 1337 el papa Gregorio XI decidió que John Wickliffe era el Anticristo, conque fue expulsado de la corte y de su cátedra en Oxford. Para adjudicarse semejante exaltación Wickliffe por su Santidad, Wickliffe osó negar "la conversión maravillosa y singular de toda la sustancia del pan en el cuerpo de Cristo y de toda la sustancia del vino en su sangre" gracias a una operación del Espíritu Santo, permaneciendo sólo la especie (sabor, color, cantidad, olor, etc.) del pan y del vino, truco conocido sacramente como transubstaciación. Si bien la Iglesia se apoya en Marcos (14:12-16;16:22-26); Mateo (26:26-28) y Lucas (22:14-20), otros cristianos se mostraron por su parte -pero sin consecuencias para su pellejo- suspicaces respecto de este portento; así, Lutero y Calvino, protestantes -léase herejes desde la óptica de la iglesia de Roma-. De hecho a los judíos les está vedado beber vino transubstanciado, quiero decir, sangre, de Cristo o tuya, prevenido lector, bien que no se abstengan de derramar generosamente la del prójimo.

Pero Calvino hizo otros méritos para ser recordado en este combustible opúsculo, si bien no justamente por propugnar la justificación del hombre no por sus obras, sino por medio de la gracia y mediante la fe... Pues resulta que herejes de antaño son inquisidores hogaño, como veremos en seguida:
Sébastien Châteillon (Castellión) se codeó con los humanistas de sus días en el Colegio de la Trinidad en 1535, en Lyon, adonde había ingresado. Leyó Las instituciones cristianas de nuestro Juan Calvino, para adherir pronto a las ideas de la Reforma protestante y, contagiado de la nueva fiebre inoculada por la prosa del cristiano orador, se unió a don Calvino en 1540; lo acompañó en los célebres incidentes de Ginebra, y se acreditó como director del College de Rive. Hasta aquí hacen buenas migas los clérigos...

Sin embargo Castellión incurrió en una impresentable boutade al afirmar que Jesucristo, después de su muerte, descendió literalmente a los infiernos. Y ahí fue Troya, pues Calvino no consiguió encontrarle el chiste al aserto de su cofrade, que tenía este lance del Cristo por una alegoría alusiva a la angustia. Por si fuera poco, aseguró que el Cantar de Cantares es un poema erótico. ¡Habráse visto! Calvino no lo pensó dos veces y acusó a su eminente y tan bien colocado compañero de denigrar la imagen del clero. De resultas al pobre Castellión, pecador de él, lo encontramos atrapando listones de madera arrastrados por las inundaciones del río para poderse ganar el pan suyo de cada día.

Stanislas Valois Aragón, Octubre 1 de 2008

1 comentario:

  1. Profesor Stanislas, me parece muy bien que hable de los herejes y que dedique este blog a los herejes. En cierta forma el artista es siempre un poco hereje....
    celebro su Herejía

    Maitri

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